miércoles, 11 de octubre de 2006
Toda técnica utilizada por los spammers viene precedida por alguna innovación en las herramientas antispam que dificulta la recepción del mensaje por parte de la víctima.
Por ello, estamos contemplando una auténtica competición entre ambos bandos, similar a la existente entre los creadores de virus y los fabricantes de antivirus. Si el spammer utiliza una técnica X para colar los mensajes, la técnica Y de los filtradores la contrarresta, lo que hace que los primeros desarrollen el método X+1, que a su vez, será compensado por la tecnología Y+1 de los segundos, y así sucesivamente.
En esta primera entrega veremos la forma más simple de evitar la detección, que, como en la vida misma, es tirar la piedra y esconder la mano.
Desde el principio de los tiempos, el correo basura se envía falseando las direcciones de correo del remitente y la razón es obvia: no descubrir a quien realmente envía los mensajes, acto que, en determinados países, incluso es constitutivo de delito.
¿Y es esto evitable? Difícilmente.
Gracias a la inocencia con que fue diseñado el protocolo SMTP, es perfectamente posible la suplantación del remitente de una forma increíblemente sencilla. Esto es fácilmente comprobable simplemente modificando las propiedades de la cuenta de correo de nuestro cliente favorito (Outlook, Thunderbird...).
Esta característica es aprovechada por los spammers para evitar ser detectados por filtros de tipo 'lista negra', utilizando orígenes de lo más pintorescos: remitentes en blanco, nombres y dominios generados de forma aleatoria, nombres reales pertenecientes a dominios inexistentes, o nombres auténticos dentro de dominios existentes. De esta forma, es absolutamente inviable determinar si un mensaje es spam o no a partir del remitente.
Una variante curiosa es el uso de direcciones pertenecientes al mismo dominio en el que nos encontramos. De hecho, de vez en cuando me llega un email publicitario de uno de mis compañeros de trabajo. En otras palabras, si mi buzón de correo es xxx@yyy.com, puedo recibir spam con un remitente del tipo zzz@yyy.com. Ahora bien, el nombre zzz puede ser real y pertenecer a un usuario que también tienen en sus listas de destinatarios, o bien ser totalmente falso. Hace unos años este pequeño truco hacía que los filtros fueran más compasivos con estos mensajes, sin embargo, hoy en día, que el remitente sea del propio dominio no es tomado como un criterio de veracidad.
Todo eso hace que en los sistemas actuales de filtrado el remitente se tome como un criterio de rechazo, pero nunca de aceptación incondicional de un mensaje.
Por tanto, los métodos actuales de detección de spam están basados, fundamentalmente, en el contenido de los mensajes. El próximo día que postee comentaré unas técnicas básicas para evitar ser detectados.
Por ello, estamos contemplando una auténtica competición entre ambos bandos, similar a la existente entre los creadores de virus y los fabricantes de antivirus. Si el spammer utiliza una técnica X para colar los mensajes, la técnica Y de los filtradores la contrarresta, lo que hace que los primeros desarrollen el método X+1, que a su vez, será compensado por la tecnología Y+1 de los segundos, y así sucesivamente.
En esta primera entrega veremos la forma más simple de evitar la detección, que, como en la vida misma, es tirar la piedra y esconder la mano.
Desde el principio de los tiempos, el correo basura se envía falseando las direcciones de correo del remitente y la razón es obvia: no descubrir a quien realmente envía los mensajes, acto que, en determinados países, incluso es constitutivo de delito.
¿Y es esto evitable? Difícilmente.
Gracias a la inocencia con que fue diseñado el protocolo SMTP, es perfectamente posible la suplantación del remitente de una forma increíblemente sencilla. Esto es fácilmente comprobable simplemente modificando las propiedades de la cuenta de correo de nuestro cliente favorito (Outlook, Thunderbird...).
Esta característica es aprovechada por los spammers para evitar ser detectados por filtros de tipo 'lista negra', utilizando orígenes de lo más pintorescos: remitentes en blanco, nombres y dominios generados de forma aleatoria, nombres reales pertenecientes a dominios inexistentes, o nombres auténticos dentro de dominios existentes. De esta forma, es absolutamente inviable determinar si un mensaje es spam o no a partir del remitente.
Una variante curiosa es el uso de direcciones pertenecientes al mismo dominio en el que nos encontramos. De hecho, de vez en cuando me llega un email publicitario de uno de mis compañeros de trabajo. En otras palabras, si mi buzón de correo es xxx@yyy.com, puedo recibir spam con un remitente del tipo zzz@yyy.com. Ahora bien, el nombre zzz puede ser real y pertenecer a un usuario que también tienen en sus listas de destinatarios, o bien ser totalmente falso. Hace unos años este pequeño truco hacía que los filtros fueran más compasivos con estos mensajes, sin embargo, hoy en día, que el remitente sea del propio dominio no es tomado como un criterio de veracidad.
Todo eso hace que en los sistemas actuales de filtrado el remitente se tome como un criterio de rechazo, pero nunca de aceptación incondicional de un mensaje.
Por tanto, los métodos actuales de detección de spam están basados, fundamentalmente, en el contenido de los mensajes. El próximo día que postee comentaré unas técnicas básicas para evitar ser detectados.
Publicado por José M. Aguilar a las 8:51 p. m.
Etiquetas: antispam, protocolos, spam, técnicas de spam
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